Nº 19 MAYO 1993
Esta nueva dinámica ha conducido a sus gobiernos a prestar progresiva atención a una panoplia de actividades características de la empresa privada, que han ven ido a añadirse a las prestaciones a los ciudadanos de servicios urbanos y otros de carácter social tradicionales y a las de planificación y gestión del desarrollo urbanístico asimismo ya habituales.
Una de estas nuevas actividades es la que se refiere al "marketing urbano", con el consiguiente afán de creación de imágenes renovadas de la ciudad de cara a su proyección exterior. A semejanza de lo que ocurre con libros, discos o películas, los analistas de las ciudades -voceadores de este mercado- han producido "rankings" de las mismas, que con mayor o menor rigor e inevitables simplificaciones pregonan al mundo, las cualidades, "puntos fuertes" o ventajas comparativas de éstas y denuncian sus "puntos débiles", problemas o carencias. Por regla general, los factores o indicadores analizados de tales ciudades a efectos de componer estas tablas clasificatorias, tienen que ver con dos grandes facetas de la ciudad: su carácter de infraestructura global de apoyo para las actividades económicas, y la calidad de vida que ofrece como ámbito de residencia.
La segunda actividad -paralela y generalmente sincronizada con la anterior- se refiere a la involucración de dichas regiones o ciudades en la denominada "planificación estratégica", como lógico resultado de la difusión del "pensamiento est ratégico" entre los agentes sociales más preocupados por el futuro de dichas regiones o ciudades.
La novedad del enfoque estratégico de la planificación ha sido cuestionado por no pocos especialistas que interpretan la planificación estratégica como simple puesta al día de los planes comprehensivos.
Pero se cuestione o no el carácter de "producto nuevo" de los planes estratégicos es evidente que, frente a otros planes, aquéllos cargan el acento en las siguientes cuestiones:
- su orientación a la acción, los resultados y la puesta en práctica;
- su enfatización de una participación más amplia y variada en el proceso de planificación;
- la importancia otorgada a la comprensión/aná lisis de la comunidad a que se refiere el Plan, en su contexto externo;
- la asunción de una actitud competitiva por parte de las diferentes comunidades;
- la identificación de las fortalezas y debilidades, de la comunidad afectada, en un contexto de oportunidades y retos.
Como hace notar en su artículo Manuel Forn, en tanto en cuanto el Plan Estratégico es un instrumento para la acción, la existencia de una conciencia de crisis -que genere un consenso público-privado operativo- le confiere su principal esencia. En otro caso el Plan Estratégico puede quedarse en un simple ejercicio de prospección, más o menos sofisticado, cuyas implicaciones nadie, incluso su principal impulsor, quizás quiera asumir.
Para ilustrar la experiencia española en la aplicación de la planificación estratégica al desarrollo de sus ciudades se han incluido artículos sobre los casos de Barcelona, Bilbao y Madrid.
Barcelona aprovechó la oportunidad de los Juegos Olímpicos y la necesidad de rentabilizar sus efectos, para mediante el Plan Estratégico, orientar la transformación infraestructura! de la ciudad y de su propia dinámica productiva a caballo además, del ciclo expansivo de los años 90-92.
El Plan Estratégico de Bilbao nace de la imperiosa necesidad de corregir la degradación urbana y medioambiental existente y acometer decididamente la revitalización de su área metropolitana, fuertemente afectada por la obsolescencia de actividades industriales y portuarias tradicionales.
En el caso de Madrid sin embargo, en apariencia no existía una situación equivalente de crisis. Y decimos en apariencia porque quizás fuera necesario plantearse como tal, la necesidad de definir con rigor un proyecto de desarrollo futuro global, que pasaría por la identificación precisa del papel que Madrid aspira a jugar en ese concierto mundial de regiones urbanas en competencia, para cuyo fin el Plan Estratégico constituye, en potencia, una aportación muy valiosa.
De aceptarse este planteamiento sería deseable que el lógico compromiso de los gobernantes de Madrid con el Plan Estratégico se expresase pública y notoriamente, despejando las posibles suspicacias sobre el riesgo de que el Plan pudiera quedar en un puro ejercicio teórico-ilustrativo de reconocido prestigio.
Los tres ejemplos citados ponen, por otra parte, en evidencia, la inevitable interrelación de la planificación estratégica con la planificación urbanística tradicional, cuando la primera se aplica a las ciudades.
En efecto, una parte sustancial de los proyectos prioritarios que constituyen el resultado final de un Plan Estratégico tienen que ver con la meiora de infraestructuras, adecuación de espacios para la acogida de actividades económicas, nuevos equipamientos y otras actuaciones que implican intervenciones físicas en la ciudad.
Esta circunstancia -en ausencia de un marco normativo que recoja explícitamente la figura de los planes estratégicos- sugiere la oportunidad de ligar ambas en la práctica de un modo sencillo y lógico: En una coyuntura como la actual. en que en virtud de la nueva legislación deben revisarse los planes generales de la mayor parte de las ciudades españolas, ¿no tendría sentido definir el programa de necesidades a que debieran atender los mismos a partir de un proceso previo de planificación estratégica?. Dicho de otra manera, en un momento en que se hace particularmente necesario entender los problemas y oportunidades de cada comunidad en relación con su contexto externo; cuando deben fijarse prioridades con un afinado sentido selectivo y cuando debe procurarse el consenso en la planificación para garantizar el mantenimiento de proyecto y programas a medio o largo plazo, quizás fuera oportuno trasladar el "pensamiento estratégico" a la propia planificación urbanística, mediante una fertilización de ésta con los métodos analíticos, requisitos participativos y compromiso para la acción que caracterizan tal "pensamiento".
Autor/es: Pedro Ortiz Castaño
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